Azoteas activas: impacto por todo lo alto

En 2016, el Ayuntamiento de Barcelona publicó la Guía de azoteas vivas y cubiertas verdes según la cual, las azoteas representan un 67% de la superficie de cubiertas en la ciudad, lo que equivale a aproximadamente 1.764,4 hectáreas (17,64 millones de m²). Sólo en el distrito de l’Eixample, uno de los diez que existen de la ciudad, se identificaron unos 800.000 m² de superficie edificable en las azoteas. Es, sin duda, el espacio peor aprovechado de los edificios y, a la vez, el espacio con mayor potencial.

Muchas ciudades del mundo han detectado esta oportunidad y han dejado de pensar en las azoteas como un tejado sin uso, o en el mejor de los casos, como un nuevo espacio verde. En su lugar están mutando hacia algo más ambicioso: plataformas urbanas activas, espacios híbridos donde convergen cultura, energía, alimentación, bienestar emocional y microeconomía. No hablamos solo de estética ni de jardines, sino de infraestructura social, económica y estratégica.

¿Qué pasa si una azotea no solo enfría el edificio, sino que acoge conciertos? ¿Y si además genera energía? ¿Y si produce alimentos? ¿Y si impulsa proyectos vecinales? Ese es el nivel de transformación que vamos a explorar. Hemos buscado los proyectos más innovadores y sorprendentes y los hemos dividido en cuatro bloques.

Azoteas productivas

Rooftop Republic (Hong Kong)

En una de las ciudades más densas del planeta, este proyecto ha convertido más de 60 azoteas corporativas y residenciales en microgranjas urbanas, impulsando empleo, formación y producción local de alimentos. El mobiliario agrícola es modular y hecho con plástico reciclado; el sustrato incluye compost generado con residuos orgánicos del propio edificio. No hay césped ornamental. Aquí cada planta tiene propósito.

Parísculteurs (París)

El Ayuntamiento de París impulsa este programa desde 2016 con un objetivo: utilizar 100 hectáreas de techos, muros y patios para agricultura urbana antes de 2030. Entre los proyectos seleccionados destacan invernaderos en universidades, cultivos aeropónicos en hospitales y hasta cultivos de setas sobre residuos de café de los bares. Algunas azoteas producen hasta 25 toneladas anuales de alimentos.

Azoteas culturales

La Casa Encendida (Madrid)

En pleno centro de Madrid, esta institución cultural activó su azotea como escenario de conciertos, cine y talleres. Pero lo realmente innovador fue la instalación de estructuras efímeras de bajo impacto, hechas con bambú y materiales reciclados y  diseñadas por arquitectos emergentes. Cada verano, se transforma por completo. Esta azotea no es un jardín, sino un espacio vivo que cambia, dialoga y provoca.

The Roof (Rotterdam)

En los Países Bajos, la “semana de los rooftops” se convierte en un auténtico desenfreno de eventos masivos. En Rotterdam, el festival Rotterdamse Dakendagen abre más de 40 azoteas al público con exposiciones, música, instalaciones artísticas y visitas técnicas a cubiertas con soluciones climáticas. El objetivo es claro: concienciar de que cada azotea puede ser un recurso colectivo, no privado.

Azoteas que generan energía

COAM (Madrid)

La sede del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid cuenta con una azotea que combina paneles solares fotovoltaicos con un pavimento drenante y mobiliario diseñado con criterios de ecodiseño. Este sistema abastece parte de las necesidades energéticas del edificio y recoge agua pluvial para refrigeración evaporativa. El espacio se usa también para eventos profesionales y networking del sector.

Universidad Técnica de Múnich (Alemania)

Algunas de sus facultades han reconvertido las cubiertas técnicas en laboratorios energéticos, donde estudiantes prueban en tiempo real soluciones de integración solar, climatización pasiva, almacenamiento térmico y sistemas de refrigeración por evaporación. Estas azoteas producen conocimiento, no solo sombra.

Azoteas inclusivas

Proyecto “Azoteas Vivas” (Ciudad de México)

En colaboración con colectivos de mujeres, la organización Isla Urbana ha transformado más de 200 azoteas de barrios vulnerables en espacios de recogida de agua, cultivo urbano y encuentro vecinal. Se utiliza mobiliario de bajo coste hecho con materiales reciclados y vegetación autóctona resistente a la sequía. El agua recogida se utiliza para riego y limpieza doméstica.

El 92Rooftop (Seúl, Corea del Sur)

Una antigua escuela cerrada se reconvirtió en centro social. Su azotea es ahora un espacio cultural gestionado por jóvenes donde se programan charlas, yoga, proyecciones y mercados emergentes. Todo el mobiliario es reciclado o creado a partir de residuos urbanos. El objetivo: reforzar comunidad, autoestima barrial y uso ciudadano del espacio.

Proyecto destacado: REUSING ROOFTOPS BARCELONA 2024

¿Qué pasaría si las cubiertas del Eixample de Barcelona pudieran recolectar agua, producir alimentos y generar comunidad? Esa es la pregunta que plantea (RE)COLECTIVO, el proyecto ganador del concurso internacional Reusing Rooftops Barcelona 2024, impulsado por la Fundación Mies van der Rohe.

El equipo colombiano —formado por Matías Molina, Alejandro Montaña, Pablo Ávila y Jorge Andrés Acosta— propone una estrategia modular y replicable para transformar tejados infrautilizados en sistemas vivos y resilientes. Su propuesta se organiza en tres acciones clave:

  • (RE)CUPERAR cubiertas infrautilizadas.
  • (RE)COLECTAR recursos naturales como agua de lluvia y energía solar.
  • (RE)POTENCIAR vínculos comunitarios a través de espacios compartidos.

El jurado valoró su sensibilidad urbana, su viabilidad técnica y su capacidad de adaptación. Un ejemplo claro de cómo las azoteas pueden pasar de ser superficie inerte a motor urbano colectivo.

Diseño consciente

Cada vez más rooftops exploran el diseño multifuncional, pero alejándose de la estética “boutique”. La clave no está en llenar de vegetación, sino en pensar en capas funcionales: captación de agua, refugio climático, soporte social, generación energética. Y, sobre todo: pensar en quién va a usar la azotea y para qué. No es lo mismo un hospital que un coworking, ni un barrio densificado que un campus universitario.

Incluso algunas ciudades están empezando a pensar sus azoteas no como cubiertas de edificios aislados, sino como una segunda capa urbana conectada: con pasarelas, programas compartidos, recorridos culturales y servicios. Es el caso de la capital de Corea del Sur. El estudio MVRDV ha propuesto para Seúl un sistema de azoteas conectadas como “calles en altura”, con vegetación, sombra, servicios comunitarios y accesibilidad. ¿Ficción? Quizás. Pero hace 15 años, también lo parecía que una azotea diera tomates y WiFi.

Conclusión: de tejado urbano a tejido urbano

En 2025, no se trata solo de cubrir un tejado. Se trata de tejer red. Las azoteas son la última frontera no urbanizada dentro de la ciudad consolidada. Si las activamos con inteligencia, pueden ofrecernos sombra, alimento, cultura, energía, biodiversidad, comunidad y resiliencia. Todo a unos pocos metros sobre el asfalto.

Pero para que eso ocurra, necesitamos cambiar el marco mental: dejar de verlas como un espacio técnico o decorativo, y empezar a concebirlas como suelo urbano en altura. Como superficie pública o compartida, con vocación de uso y de transformación.

Cada azotea activa es una oportunidad para reducir desigualdades, repensar los servicios urbanos, generar vínculos sociales o adaptar nuestras ciudades al cambio climático. No se trata de añadir una capa ornamental, sino de construir una capa funcional, viva y estratégica.

Las ciudades ya no crecen solo hacia los lados: también pueden crecer hacia arriba, en forma de red. Y ahí, en ese nuevo cielo urbano, nos jugamos parte de nuestro futuro.

Publicidad