Ser padres es, para muchos, un proyecto de vida. Pero superados los años en que los retoños dependen única y exclusivamente de los progenitores, vislumbrar en el horizonte una nueva etapa de libertad y redescubrimiento personal, ya sea solos o en pareja, comienza a resultar de lo más tentador. Sin embargo, las circunstancias (y preferencias personales) de muchos jóvenes han trastocado los escenarios tradicionales y la emancipación juvenil parece más un anhelo que una realidad alcanzable antes de los 30.
En el contexto actual, no es extraño tener que lidiar con un hijo adulto que no puede o no quiere independizarse. Los hay que están o vuelven a casa de sus padres por la imposibilidad de pagar un alquiler o acceder a una vivienda en propiedad. Pero también hay ‘retoños’ entrados en años que no ven razón para abandonar el nido familiar y renunciar a las comodidades que este ofrece, ya sea porque propicia el ahorro o minimiza la asunción de responsabilidades.
La cuestión, en todo caso, no está exenta de singularidades y enfrentarla no solo implica establecer pautas claras para una buena convivencia, sino también apoyo emocional si la situación no es una decisión personal sino más bien una obligación circunstancial.
Comprender la situación y ajustar las expectativas
Antes de establecer cualquier plan de acción, es fundamental identificar qué tipo de situación estás enfrentando. No es lo mismo que tu hijo no pueda independizarse debido a factores económicos o laborales fuera de su control que, teniendo recursos, no encuentre motivación para hacerlo.
Si la causa principal es económica, es importante empatizar con las dificultades del mercado actual. Los altos precios de los alquileres y los contratos laborales inestables son barreras reales que pueden frustrar los intentos de independencia. En cambio, si el problema es la falta de motivación, quizás sea momento de explorar si tu hijo se ha acomodado demasiado a las ventajas de vivir en casa.
Establecer límites claros en la convivencia
Vivir con un hijo adulto no significa volver a los tiempos en que era un adolescente dependiente. Para que la convivencia sea equilibrada es esencial establecer límites y normas claras desde el principio. Si tu hijo trabaja, por ejemplo, puede contribuir con los gastos del hogar, ya sea pagando una cantidad simbólica como «alquiler» o ayudando con el pago de las facturas de la luz, el agua, la compra semanal…
Y lo mismo con las tareas domésticas. Asumir responsabilidades -ya sea económicas en función de sus posibilidades o en forma de colaboración-, ayudará a mejorar el clima de convivencia pero, además, puede ser determinante si de lo que se trata es de darle un empujoncito hacia la emancipación.
Apoyo emocional sin sobreproteger
Uno de los desafíos más grandes como padre es encontrar el equilibrio entre apoyar a un hijo adulto y permitirle crecer de manera autónoma. Aunque las intenciones sean buenas, caer en la tentación de dictar sus pasos o evitar que enfrente dificultades puede ser contraproducente. En cambio, lo ideal es acompañarlo desde un lugar de confianza y respeto, reconociendo que su camino será distinto al que tú hubieras elegido.
Evita proyectar tus experiencias o juicios sobre sus decisiones, ya que lo que parece un error desde tu perspectiva puede ser un aprendizaje valioso para ellos. Tampoco está de más escucharlos con empatía, fomentando el diálogo y evitando las críticas. Hazle saber que estás ahí para apoyarlo, sin dejar de lado que debe tomar las riendas de su vida, incluso si eso significa cometer errores. En lugar de intervenir, acompáñalo desde la distancia.
Aprender a lidiar con las consecuencias de sus decisiones es parte fundamental de su crecimiento. Aunque puede ser difícil verlo enfrentarse a situaciones incómodas o complicadas, evitando que asuma las consecuencias de sus decisiones no le das la oportunidad de desarrollar habilidades esenciales para la vida independiente, como planificarse, tomar decisiones responsables y adaptarse a los retos.
Motivar al hijo que puede, pero no quiere
Si la razón detrás de su permanencia en casa es la comodidad, puede que no encuentre motivación para abandonar el nido. Dicho esto, aunque resulte incómodo, a veces es necesario tener una conversación sincera sobre sus metas personales y sus planes de vida. Si la charla no funciona y sientes que ha llegado el momento de que se emancipe, siempre puedes poner en práctica estrategias que le permitan sentirse capaz de vivir de manera autónoma. ¿Qué tal ir aumentando sus responsabilidades en casa reduciendo ciertos privilegios? ¿Por qué no hablar claramente de las ventajas de tener un espacio propio para tener un desarrollo personal, autonomía y libertad plenos?
Recuerda, eso sí, que no puedes pretender pasar de 0 a 100 de la noche a la mañana. Todos tenemos nuestros propios periodos de adaptación por lo que, si estás pensando en implementar cambios, mejor que sean paulatinos como propuestas de independencia gradual o flexibilidad en las aportaciones al hogar.
Independencia dentro de la convivencia
Convivir con tus hijos más allá del tiempo que parece normal no tiene por qué suponer ningún drama. De hecho puede ser una relación win win. Ya sea por necesidad o por decisión propia, compartir el espacio no es incompatible con que cada uno haga su vida. Tanto tú como tu hijo (o hijos), ya adulto, sois dueños de vuestra vida y disfrutar de ella hará que él sea más independiente e, incluso, se sienta menos culpable el día que decida independizarse.
Recuerda que la meta final no es que tu hijo se mude, sino que, el día que lo haga tenga las herramientas necesarias para afrontar su nueva etapa con éxito. Al fin y al cabo, su independencia también será un logro para ti como padre, por lo que la paciencia y la comunicación serán tus mejores aliadas-