Cuando se pretende plantar especies para embellecer y aislar el jardín, primero hay que estudiar el tipo de terreno de tu parcela para saber cuáles elegir. El objetivo es conseguir que vivan durante mucho tiempo. ¿Cómo podemos conocer nuestro suelo?
No todos los terrenos son iguales. Cada uno tiene unas características en su composición y es muy importante dedicar el tiempo suficiente a su estudio, sobre todo cuando se construye una vivienda, para que las cargas del edificio y su contenido se distribuyan correctamente en toda su estructura.
En la construcción de un jardín ocurre lo mismo: es necesario saber los materiales que lo forman y sus peculiaridades. Conociendo esto podremos elegir las especies adecuadas, de modo que la tierra las enriquezca y las alimente sin que las plantas yermen el terreno o mueran.
Tipos de suelo
Los terrenos arcillosos, presentan un tono rojizo y son muy húmedos, grasos y plásticos. También son fáciles de excavar y si se añade humus quedan perfectos para amparar la plantación de cualquier vegetal. Sin embargo, no debemos olvidar que, de vez en cuando, se debe remover para que se oxigene la tierra.
Los terrenos rocosos son difíciles de escarbar. A pesar de que son muy ricos en minerales, no son adecuados para acoger semillas, pues no disponen de materia orgánica de la que se puedan nutrir. Por otra parte, los terrenos arenosos no disponen de humedad ni materia orgánica, porque apenas tienen nutrientes y no son válidos para cultivar semillas. Por su lado, los terrenos calizos disponen de muchas sales calcáreas, suelen ser de color blanco, no tienen apenas nutrientes y no dan buenos resultados para la plantación de vegetales.
Los terrenos humíferos, de color negro, son los mejores de todos para nutrir y permitir el crecimiento de plantas en su terreno por la cantidad de materia orgánica que tienen, y porque además, son muy ricos en sustancias y son campos firmes y estables.