El Tribunal Supremo ha dado la razón a un padre divorciado que pidió dividir en dos la vivienda familiar para instalarse en la planta baja del inmueble, y ha atribuido a la madre de sus dos hijos el uso del resto del domicilio, que el matrimonio compartió durante diez años.
El alto tribunal ha tenido en cuenta que se trata de un inmueble de tres plantas, en el que es posible la división material y que no hay conflictividad entre los cónyuges. En este sentido, señala que el inmueble es propiedad exclusiva del marido y que la propuesta de división no es tal, sino «una redistribución de espacios en el inmueble que no altera su régimen».