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¿De verdad nos importa la eficiencia energética de la vivienda?

La sostenibilidad se constituye como una de las metas que deberá alcanzar el sector inmobiliario a lo largo de este año. La directiva europea sobre eficiencia energética en edificios le obliga a ello: a partir del 31 de diciembre de 2020 cualquier edificio de nueva planta deberá tener un consumo energético casi nulo. Conforme a este argumento, la energía requerida debería emanar de fuentes renovables situadas en el propio emplazamiento o en las cercanías. La existencia de cierta sensibilidad hacia el impacto ambiental parece obvia. ¿Pero ha calado esta preocupación por la eficiencia energética de la vivienda en promotores y compradores?

eficiencia energética en la vivienda

La respuesta de los profesionales es desigual, pero en general «el nivel de concienciación en las constructoras en bastante bajo», estima Dolores Huerta, secretaria técnica de Green Building Council España (GBCe). Este hecho, lejos de concebirse como un inconveniente, es «un reto extraordinario para lograr un sector capacitado, profesionalizado y bien formado en sostenibilidad». Por otro lado, que se amplíe la oferta residencial sostenible es fundamental para despertar la conciencia del consumidor final. Sin embargo, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IADE), solo un 0,25% de las viviendas españolas cuenta con la certificación A.

La eficiencia energética de la vivienda es un valor deseable cuando se está buscando casa, pero no determinante a la hora de comprar. El precio y la ubicación son los factores más relevantes del proceso

Respecto a la demanda, nadie pone en duda que existe cierto interés por la sostenibilidad de la vivienda que se va a comprar. Toni Expósito, CEO de Comprarcasa, declara que «es una tendencia que se consolida con una enorme rapidez». Sin embargo, su grado de importancia es menor respecto a otros elementos más decisivos. Un reciente estudio del Consejo General de la Arquitectura Técnica de España (CGATE) titulado ‘¿Cómo decidimos la compra de la vivienda?’ asegura que la sostenibilidad energética es el factor que menos influye: solo el 40,2% de los encuestados le conceden el nivel máximo valor.

De este modo, la sostenibilidad se coloca como un valor deseable y apreciado, pero no determinante, como sí lo son el precio (83,2%) y la ubicación (68,3%). Así, Expósito explica que «cuando un futuro comprador se encuentra en una vivienda con una buena calificación energética, que a futuro le asegura un importante ahorro en sus consumos, es un aspecto enormemente valorado». Sin embargo, «si el coste de implantar sistemas que aseguren esta eficiencia energética es muy elevado, habrá muchas familias que se vean obligadas a prescindir de este tipo de viviendas», añade el portavoz de Compracasa.

Es necesaria una mayor concienciación para que la certificación energética cobre peso al comprar una vivienda. El ahorro para el bolsillo y la revalorización del inmueble son las claves

Cuando se visita una vivienda, la atención hacia los elementos que tengan que ver con la sostenibilidad se concentran en el nivel de aislamiento de la vivienda, «que supone el gasto más importante de la misma, tanto a la hora de enfriarla como de calentarla», explica Expósito, que añade a este factor la certificación energética de los electrodomésticos y el tipo de caldera de la vivienda. Sin embargo, respecto al certificado energético, obligatorio desde el 2013 tanto para comprar como para alquilar, se suelen hacer menos preguntas.

Alfredo Sanz, presidente del CCGATE considera imprescindible que «tomemos conciencia», sobre todo, en un momento en el que «los estamentos políticos abanderan los ODS y la agenda 2030». En la misma línea se pronuncia Huerta, que insiste en que el consumidor «debe conocer los beneficios que tiene para su propia salud y bienestar el habitar un edificio sano, además de la reducción de consumos y gastos de mantenimiento». Por otro lado, al ahorro en las facturas se le suma la revalorización del inmueble, dado que «los edificios certificados tienen un mayor valor inmobiliario y una expectativa más alta de venta y alquiler», asegura Huerta.

La sostenibilidad nos preocupa, pero somos reacios a rehabilitar por el alto coste que implican las obras dirigidas a reducir la factura energética y mejorar el edificio que habitamos

El estudio del CCGATE  también revela que el estado de conservación de edificio (50,4%) y la calidad de los materiales de construcción (56%) tampoco son del todo cruciales. Igualmente, más allá de las características de una vivienda en venta, una vez se ha adquirido un inmueble, la optimización de su consumo no le quita el sueño a los propietarios. En este sentido, el 68,9% no estaría dispuesto a invertir en reducir el importe de su factura energética y el 59,8% tampoco gastaría dinero en obras encaminadas a mejorar las condiciones del edificio en el que viven.

Sebastián Molinero, secretario general de la Asociación Nacional de Distribuidores de Cerámica y Materiales de Construcción (Andimac) revela que «en España no existe un culto hacia el estado del hogar«, y lo ilustra con un ejemplo: «Mientras que los españoles dedican el 5% de su presupuesto familiar disponible al cuidado y mantenimiento de sus vehículos, tan solo destinan el 1,5% a la mejora de sus viviendas». Comparación similar realiza Sanz, declarando que «todo el mundo tiene interiorizada la ITV, algo que no pasa con la vivienda» e insistiendo en la importancia de llevar a cabo iniciativas que nos hagan ver cómo influye la eficiencia energética en nuestro bolsillo.

La rehabilitación del parque inmobiliario actual sigue siendo una asignatura pendiente. Para fomentarla, es imprescindible que existan campañas de información e incentivos fiscales

Los nuevos desarrollos que no cumplan con criterios sostenibles tienen los días contados, pero el compromiso por la eficiencia energética de la vivienda debe extenderse al parque actual. «El futuro del sector no se puede contemplar sin una apuesta decidida por la rehabilitación del parque de edificios que tenemos», señala Huerta. Desde el CCGATE insisten en que «la rehabilitación funcional y energética nos permite habitar una vivienda con garantías y ahorrar recursos». También Expósito se muestra partidario de apostar por este tipo de reformas: «Debemos aceptar que invertir en eficiencia energética es un gasto hoy y un ahorro mañana».

Por su parte, Molinero indica que «una ambiciosa política de vivienda para mejorar la certificación energética del parque inmobiliario supondría un ahorro de hasta 12.000 millones de euros anuales para los bolsillos de los consumidores». Para fomentar la rehabilitación eficiente, la recuperación de la deducción en el IRPF por obras de reforma sería un excelente acicate, pues «tendría unos 270.000 beneficiarios que podrían haberse deducido en torno a los 100 millones de euros», calcula Molinero. Otra palanca impositiva importante sería la reducción del IBI en función de la certificación energética, así como iniciativas como calculadoras energéticas y reforzar la comunicación que se realiza desde las instituciones.

El aislamiento es la clave de la rehabilitación energética. La inversión no es barata, pero el retorno es muy alto. También se pueden hacer obras encaminadas al ahorro de agua o luz

A la hora de realizar obras de acondicionamiento energético, para Molinero «no existe una solución mágica, aunque la combinación de actuaciones pasivas y activas es la que mejor resultado logra». El primer paso sería prestar atención al aislamiento térmico, puesto que «solo por los tejados y las fachadas puede perderse fácilmente un 70% de la energía», asegura Carlos Castro, responsable de aislamiento térmico y coordinador de certificación de Danosa. Para evitar pérdidas es necesario «hacer una caja hermética bien aislada, que para lograr un confort en la vivienda y no tener que prescindir de una buena calidad del aire interior, debe ir acompañada de una buena ventilación y renovación del aire», señalan desde Andimac.

Invertir en mejorar este punto no sale barato, aunque «por cada euro invertido en aislamiento térmico se produce un retorno medio de siete euros, lo que supone una amortización de la inversión en los cinco años siguientes», continúa Castro. Si el presupuesto no acompaña, los pequeños gestos también suman. Por ejemplo, «soluciones como las cisternas empotradas con pulsadores de doble descarga consiguen un ahorro de más de 6.000 litros de agua al año», comenta Alfredo Cabezas, director de comunicación de Geberit.

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