La crisis del coronavirus ha transformado por completo nuestro hábitos. No es solo que las restricciones impuestas compliquen las viejas rutinas. Es, más bien, un cambio generalizado de la manera en la que abordamos el tiempo de ocio. El verano dejó claro que la pandemia propició el impulso de destinos menos saturados, alojamientos rurales y, en definitiva, lugares envueltos por el encanto de la naturaleza. Ahora nos atrevemos a plantar cara al frío en nuestros momentos de ocio. Eso es precisamente lo que defiende el friluftsliv, la fórmula nórdica para disfrutar del aire libre en invierno.
La crisis del coronavirus ha transformado la manera en la que aprovechamos nuestro tiempo de ocio y el friluftsliv es uno de los secretos nórdicos para disfrutar del aire libre en pleno invierno
Esta corriente, surgida en Noruega y exportada por otros países escandinavos, es algo así como el alter ego del hygge danés. Si este último apuesta por recurrir a la calidez del hogar para disfrutar, el friluftsliv invita a buscar la satisfacción en el contacto con el exterior.
Fue el dramaturgo noruego Henrik Ibsen quien, a mediados del siglo XIX, acuñó el término que hoy está de plena actualidad. Poco podía imaginar el literato que la pandemia del coronavirus sería clave para impulsar el gusto por vivir al aire libre que defiende el friluftsliv.
Esta corriente, convertida en un modo de vida, tiene mucho que ver con la cultura noruega donde se practica una mentalidad invernal positiva. En un país donde a este lado de los Pirineos podría parecernos que la climatología o las horas de sol no acompañan, sus habitantes saben sacar el máximo partido a su orografía, sus amplios territorios poco poblados y sus fenómenos naturales.
El contacto con la naturaleza tiene unos efectos positivos innegables. Mejora el humor y es, además, una de las mejores maneras de combatir el sedentarismo. Se trata, en definitiva, de apostar por el bienestar físico y mental recurriendo a un escenario que propicia la calma y la desconexión.
La clave del friluftsliv está en la sencillez. Basta con elegir un destino y hacerse con una buena equipación para sacarle todo el partido a la naturaleza en los meses más fríos sin sobresaltos
Si estamos decididos a poner en práctica el friluftsliv hay que invertir. De hecho, los noruegos tienen una máxima popular que afirma: ‘¡No hay mal tiempo, solo mala ropa!’. Tanto es así que lo primero es disponer de una ropa adecuada. Un buen anorak, gorro, guantes, bufanda y un calzado adecuado son básicos para empezar.
En todo caso, ese gusto por la naturaleza no es casual. La belleza de la orografía nórdica es incuestionable pero hay más. Al contrario que en otros países, en los que practicar la acampada libre está muy limitado o directamente prohibido, aquí sucede todo lo contrario.
Lo que conocen como allemannsretten está permitido siempre que no se practique en zonas urbanizadas, cultivadas o espacios protegidos.
Las propias empresas nórdicas invitan a sucumbir al friluftsliv y disfrutar del aire libre en pleno invierno. Muchas llevan décadas ofreciendo a sus empleados actividades en esta línea.
Incluso las hay que flexibilizan sus horarios para propiciar ese contacto con la naturaleza y la desconexión que, por otro lado, es clave para incrementar la felicidad y la productividad.
Reivindicar el contacto con la naturaleza, dejando a un lado el universo digital y la ajetreada vida de la ciudad, es una de las máximas del friluftsliv. Sin embargo, en los últimos años, esta práctica tan arraigada entre los nórdicos ha sufrido algunas transformaciones.
Las nuevas generaciones aportan su particular visión y, aunque con detractores, las tecnologías también están presentes. El friluftsliv que practican los jóvenes escandinavos encuentra en los dispositivos móviles grandes aliados para organizar estas jornadas y disfrutar del aire libre en pleno invierno.
¿Te atreves a sumarte al friluftsliv, la fórmula nórdica para disfrutar del aire libre en pleno invierno?
