Introducir el color en un jardín o terraza es un ejercicio complejo que exige gran conocimiento jardinero y un control perfecto del tempo de las floraciones. La mezcla de flores típica de los jardines informales ingleses suele ser el producto de una calculada armonía, y no es nada fácil. Por esto y por la sensación de orden y equilibrio que transmiten, hoy la tendencia es crear macizos y borduras con plantas de un mismo color de flor, ya sean de la misma especie o distintas.
El color es un factor fundamental en el diseño de un jardín. De su atinada elección depende en gran
medida el éxito. Las preferencias son subjetivas, sí, pero su efecto en el paisaje obedece a reglas bien concretas: el resultado de su aplicación y combinación influye en el producto final.
El color comunica ideas, expresa sentimientos, genera estados de ánimo, estimula. Quizá por ello nos arrastra a la compra por impulso cuando visitamos un centro de jardinería.Conviene resistir la tentación, porque la elección del color de las flores —y del follaje— requiere planificación y destreza. De hecho, los expertos coinciden: introducir el color en el jardín es el ejercicio más difícil. Y lo mismo vale para una terraza e incluso para los tiestos de un patio.
Pertenecen a la gama melancólica de la paleta: los lilas y morados contribuyen a crear ambientes frescos y relajados, además de sugerir sensación de amplitud. En esta gama las estrellas son la lavanda (Lavandula angustifolia), el cantueso (Lavandula stoechas) y las nepetas (Nepeta sp.), que además aportan un suave aroma y un tono de follaje verde plateado.
Azul
Es un color frío, tranquilo, muy estimado en el jardín por su efecto refrescante y relajante, apreciado tanto en las zonas de clima suave, con sus hortensias (Hydrangea macrophylla), como en las mediterráneas: el azul también está presente en los agapantos, el jazmín azul (Plumbago capensis), la Salvia farinacea y el follaje de algunas coníferas.
Revista Verde es Vida nº 61 páginas: 6-10
