Desde su punto de vista, ¿en qué medida el coronavirus va a impactar en la arquitectura residencial y en el urbanismo?
La pandemia ha puesto de manifiesto muchas de las carencias en general de nuestra sociedad y en concreto de las viviendas y de la ciudad. Muchos expertos han hablado sobre cómo deben ser las viviendas y las ciudades después de la Covid-19. Bajo mi punto de vista, el debate de la necesidad de transformación de la ciudad y de los edificios ya era necesario antes, y ahora es más urgente. Debemos poner sobre la mesa y en el debate la necesidad de transformación de la ciudad existente hacia modelos más sostenibles, menos consumidores de recursos.
La salud y la calidad de vida han cobrado una mayor relevancia en el último año, pero no hay que olvidar que hay además otros temas como la equidad, la movilidad, o el acceso a la vivienda digna que deben tenerse en cuenta en esa necesaria transformación del modelo económico y social. Si solo atendemos a los aspectos concretos que han tomado protagonismo por una situación tan excepcional como un confinamiento domiciliario, no estaremos dando solución al problema real.
¿Cuáles serán, a su juicio, las características que definan a la vivienda poscovid?
No creo que vaya a haber una vivienda poscovid, al menos como una solución generalizada para toda la sociedad. Me parece más posible que en la búsqueda de vivienda, las personas tengan en cuenta algunos aspectos que antes no les parecían importantes, como el tamaño de las estancias, la presencia de espacios abiertos o la flexibilidad de los espacios para albergar diferentes actividades como el teletrabajo.
Otra cuestión es si, teniendo en cuenta el parque actual de viviendas y las condiciones de acceso a las mismas, va a ser posible que todos podamos disfrutar de viviendas de este tipo. Por eso, me parece más importante mejorar las viviendas existentes e intervenir en la ciudad, para que sea mejor, más sostenible, más saludable y más equitativa.
¿Hacia qué modelos de residencia vamos? ¿Se van a potenciar alternativas como el cohousing, por ejemplo?
Más allá de la pandemia, los modelos de residencia y los tipos de vivienda van a cambiar porque la sociedad está cambiando. La composición de los hogares cada vez es más diversa y la población mayor de 65 años será cada vez mayor. Esto implica nuevas necesidades y, por tanto, nuevos modelos o modelos adaptados. El cohousing es una opción, apropiada cuando se quiere conformar una comunidad para una vida en común. Por eso puede ser muy interesante para personas mayores con necesidades y dependencias diversas o para personas que quieren un modo de vida más participativo.
Pero deben existir muchas otras alternativas para gente que busca otro tipo de vivienda, en función de la etapa de la vida en la que se encuentran, de sus necesidades y sus posibilidades. Eso exige mayor flexibilidad y movilidad y, por ello, parece fundamental es avanzar en modelos alternativos a la vivienda en propiedad, como el alquiler o la cesión de uso, que garanticen el acceso a la vivienda a todos los ciudadanos, especialmente a los jóvenes y a los colectivos más vulnerables.
¿Cuál es el calendario del que estaríamos hablando? ¿Estos cambios se van a desarrollar en pocos años o habrá que esperar décadas para verlos?
Los cambios en un sector de la construcción y en el inmobiliario son siempre muy lentos, así que seguramente estemos hablando de décadas, más aun cuando esta transformación depende en gran medida en intervenir en la ciudad ya construida, que siempre es más complejo.
¿Debe haber un mayor equilibrio entre espacios abiertos y vivienda a partir de ahora para conllevar mejor futuros confinamientos? ¿Cómo se pueden conjugar ambos aspectos?
Una buena relación del espacio interior de la vivienda con el exterior es determinante en la calidad de la vida y en la salud física y mental de las personas. Hasta ahora, la intensa vida social propia de nuestra cultura, con un uso intenso de la calle y el espacio público, ha sido el elemento que ha paliado la falta de espacio, de soleamiento y ventilación de las viviendas.
Con el confinamiento este equilibrio se ha roto y se plantea la cuestión de si las viviendas deben tener más espacios abiertos. Esto siempre ha sido deseable, otra cuestión es la capacidad de acceder a viviendas con estas características. Ante la perspectiva de nuevos confinamientos sin duda será algo más demandado por los ciudadanos, más aun si se impone el teletrabajo en muchos sectores económicos.
Pero, por otro lado, deberemos esperar para ver si este deseo de espacios abiertos conectados lleva a buscar viviendas en entornos menos urbanos y supone un movimiento de parte de la población desde los centros de las ciudades, así como lo que puede implicar esto en términos de movilidad, por ejemplo. La complejidad de nuestros sistemas urbanos hace que la conjugación de demandas y necesidades con las limitaciones del propio sistema pueda provocar otros muchos efectos que hay que valorar.
¿En qué consiste la ciudad resiliente?
La resiliencia es un concepto que describe la capacidad de adaptación de cualquier sistema frente los cambio que puedan producirse en su entorno. Las ciudades son sistemas consolidados muy complejos, por lo que su capacidad resiliente está bastante limitada porque el esfuerzo de adaptación a cualquier imprevisto requiere el uso de muchos recursos. Así lo hemos visto recientemente en una gran ciudad como es Madrid ante la llegada de un temporal de nieve.
En los próximos años podremos comprobar más aun los efectos del desorden climático sobre las ciudades. Por eso, en la planificación de la ciudad, en su gestión y en su intervención es fundamental entender que la capacidad de adaptación a los cambios será decisiva y ello se debe trabajar lo antes posible.
Si echamos la vista atrás y analizamos la historia, ¿qué papel han jugado otras pandemias en los cambios experimentados por nuestras ciudades y viviendas? ¿Qué ejemplos le vienen a la memoria en este sentido?
Las epidemias, como otros contextos sociales o económicos, siempre han supuesto transformaciones urbanas. Las epidemias de la Edad Media mejoraron las condiciones de salubridad y los sistemas de alcantarillado en las ciudades. Las ordenanzas sobre ventilación y soleamiento en las ciudades europeas aparecieron por el crecimiento masivo de la ciudad industrial y las enfermedades asociadas junto con transformación urbanas de casco histórico muy importantes como la de París o Madrid. Las crisis deben entenderse como una oportunidad de transformar y mejorar la ciudad para todos.
¿Y qué nombres de arquitectos ilustres cree que han sido claves para entender la vivienda como un espacio saludable, cómodo, pensado para el bienestar?
Es difícil dar nombres concretos porque hay muchos ejemplos de urbanismo y arquitectura residencial pensada desde la calidad de vida y de los espacios. Quizá señalaría los poblados dirigidos desarrollados por algunos de los arquitectos españoles más importantes durante la postguerra porque supieron, con muy pocos medios económicos y materiales, desarrollar soluciones de una gran calidad arquitectónica para la vivienda social que permitió alojar en condiciones dignas a muchas personas.
¿Es ahora el momento de que los arquitectos desempeñen un rol más social?
Los arquitectos debemos tener siempre presente que nuestro trabajo tiene una importante componente social en tanto que estamos contribuyendo a la creación del espacio que alberga la vida de las personas. Para esto, más allá de trabajo concreto, es fundamental conocer el contexto social, económico y ambiental en el que trabajamos y proponer soluciones de acuerdo con estas condiciones. La integración de aspectos sociales en el desarrollo de nuestro trabajo requiere de un enfoque transversal e incluye necesariamente la colaboración con otros profesionales. En ese sentido debemos trabajar en equipos multidisciplinares.
En cuanto a la sostenibilidad, y teniendo en cuenta la contaminación que irradian los edificios, ¿va a acelerar la pandemia el alcance de los objetivos del milenio? ¿Qué ventajas ofrecen en el día a día las viviendas sostenibles?
La urgencia en el cumplimiento de los objetivos del milenio es un reto que la pandemia ha acelerado aún más, si cabe. Los edificios y las ciudades deben transformarse hacia un comportamiento menos contaminante, más integrado con el medio ambiente a la vez que ofrecen mejores condiciones a los habitantes.
Pero no hay que olvidar que, para liberar a la humanidad de la tiranía de la pobreza y las privaciones, así como sanar y proteger nuestro planeta, que es el objetivo último de la Agenda 2030, es preciso una transformación de nuestro modelo social y económico, así como la relación que tenemos con el medio ambiente. Esto implica un compromiso de todos los países y de sus sociedades en reducir los impactos de su actividad, incluidos los derivados de edificios y ciudades.
Las viviendas sostenibles contribuirán a este reto en la medida que sean capaces de ofrecer unas condiciones de vida adecuada, aprovechando de forma pasiva las condiciones ambientales de su entorno, utilizando materiales de bajo impacto, e integrando producción de energía limpia. Para que esto tenga un impacto real sobre el planeta es imprescindible intervenir en la ciudad existente de manera urgente.