A finales del siglo XVIII, muchos empresarios ingleses comenzaron a construir barrios para que sus trabajadores estuvieran cerca de las fábricas. Estas ‘villas modelo’ contrastaban con las hasta ahora pésimas condiciones en las que vivía la población obrera de Gran Bretaña. Se trataba de vecindarios que cumplían altos estándares de calidad con grandes espacios abiertos y zonas comunes pensadas para el bienestar de los empleados. Mantenerlos felices era la premisa sobre la que se sustentaban estas viviendas, dado que un entorno saludable era clave para el aumento de la productividad.
Redacción/pisos.com