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¿Podemos dejar atrás la recuperación y hablar de crecimiento?

Pablo Barroso
analista financiero del Grupo Gedesco.

Después de cerrar el año 2017 con una excepcional progresión del 4,1% (encadenando así tres ejercicios de crecimiento ininterrumpido), las expectativas para este año en el sector de la construcción no contemplan, en absoluto, un cambio en la dinámica positiva que lleva produciéndose desde 2015 en la actividad constructora. No obstante, se espera que el crecimiento se suavice ligeramente en los próximos dos años, manteniéndose en niveles próximos al 3,5%. Existen varios factores que explican cómo el sector, que se vio realmente mermado con el inicio de la crisis en 2008, llegando a acumular siete años consecutivos de importantes caídas; no solo sigue ratificando su recuperación, sino que se encuentra en situación de expansión.

La notable mejora que se ha producido en el conjunto de la economía explica en gran parte este comportamiento. Con el 3,1% de crecimiento en el PIB que se produjo en 2017,se enlazan tres años en los que la economía española crece a un ritmo por encima del 3%. En este contexto macroeconómico, el incremento del consumo ha desempeñado un papel fundamental para el buen momento que atraviesa el “ladrillo” en España. Tras varios años en los que las familias han experimentado un periodo de desendeudamiento, el consumo de la vivienda (tanto en reformas como en adquisiciones) vuelve a repuntar. Que sea la edificación residencial el principal motor del conjunto de la actividad constructora certifica su relevancia. Sin embargo, la (todavía) elevada tasa de paro unida a un estancamiento prolongado de los salarios, podrían debilitar el crecimiento de la demanda.

Asimismo, la construcción residencial también se está viendo favorecida por un importante incremento de la demanda por inversión. Al respecto, y con la considerable subida de precios en el alquiler de viviendas y una situación económica más robusta que en años anteriores, cada vez más inversores están viendo en la vivienda un activo atractivo, capaz de combinar de forma eficiente rentabilidad y seguridad, en el que invertir.

Las expectativas para este año en el sector de la construcción no contemplan, en absoluto, un cambio en la dinámica positiva que lleva produciéndose desde 2015 en la actividad constructora.

Para concluir, no se podría explicar el buen momento de la construcción sin la evolución han experimentado las empresas del sector en los últimos años. Ante el desplome de la obra pública, las grandes constructoras y empresas de ingeniería españolas se vieron obligadas a concentrar la mayoría de su cartera de obra en el exterior. Esta circunstancia ha permitido a las pequeñas y medianas empresas constructoras (que representan, prácticamente, la totalidad del tejido empresarial español) ganar tamaño. Un comportamiento que ha contribuido al fortalecimiento del sector.

Por otro lado, el acceso de las pymes a nuevas fuentes de financiación alternativa a las convencionales les ha permitido completar la liquidez (aspecto especialmente vital en el negocio de la construcción) que necesitaban, en una situación en la que la financiación bancaria no alcanzaba a cubrir la financiación que las empresas constructoras demandaban. Esta mayor diversificación en las fuentes de financiación, unida a una mejora en la solvencia, pone a las empresas de la construcción en disposición de afrontar con garantías el momento de expansión en el que se encuentran.

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