En los últimos años, las grandes ciudades españolas han experimentado una notable disminución en el número de personas que obtienen el permiso de conducción. Según datos de la Dirección General de Tráfico (DGT), el porcentaje de jóvenes entre 18 y 24 años que obtienen el carné de conducir ha caído un 25% en la última década. Y no es que los jóvenes ahora se muevan menos que antes. Simplemente, ahora se prefieren alternativas más sostenibles como el transporte público, las bicicletas y los patinetes eléctricos.
El fenómeno refleja un cambio en las prioridades de la gente joven, en las dinámicas de movilidad, en las normativas de circulación por las ciudades y en la concienciación ambiental. Esta tendencia se complementa con otros datos interesantes. En España, las matriculaciones de vehículos eléctricos han crecido significativamente, con un incremento del 36% en 2023 respecto al año anterior, según datos de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC). Por su parte, el uso de bicicletas y patinetes eléctricos ha experimentado un aumento del 25% en ventas en 2023 según la Asociación de Marcas y Bicicletas de España (AMBE).
El cambio de paradigma en la movilidad está aquí y está impactando no solo en las infraestructuras urbanas, sino también en los diseños y requisitos de las viviendas y comunidades de vecinos. Vamos a analizar cómo la adopción de estos medios de transporte está transformando nuestros hogares.
Adaptaciones en aparcamientos comunitarios
El auge de los vehículos enchufables (sean híbridos o eléctricos) ha puesto en evidencia la necesidad de adaptar las viviendas para incluir puntos de carga eléctrica.
El Real Decreto 736/2020 establece que los edificios no residenciales con más de 20 plazas de aparcamiento deben contar con puntos de carga. Además, en edificios residenciales, la instalación de puntos de carga no requiere autorización previa de la comunidad. Esto significa que si alguien quiere instalar un punto de carga en su plaza de parking comunitaria no tiene que pedir permiso a nadie, aunque no está de más comunicarlo a la administración de la comunidad. Eso sí, con la ley en la mano simplemente deberá instalarlo y conectarlo a su contador de electricidad particular.
Bien es cierto que muchos edificios antiguos carecen de infraestructuras adecuadas para soportar puntos de carga eléctrica en garajes. Esto ha llevado a realizar reformas obligatorias en comunidades de vecinos y a nuevas normativas que exigen preinstalaciones de carga en nuevas construcciones. Algunas promotoras han optado por incluir directamente los puntos de carga en los garajes de sus nuevos desarrollos, anticipándose a la creciente demanda de los compradores.
Más espacio para bicicletas y patinetes
Del mismo modo, las empresas promotoras y los estudios de arquitectura están poco a poco habilitando espacios específicos para guardar y cargar patinetes y bicicletas en viviendas unifamiliares. En este punto hay dos grandes retos a solucionar: el espacio y la seguridad.
El patinete o la bicicleta eléctrica deben estar cerca de la puerta de salida y cerca de un enchufe para poder ser cargados. Y al mismo tiempo deben estar lejos de cualquier material inflamable. Se han reportado numerosos casos de sobrecalentamiento y explosiones de baterías que acaban en incendios. La solución óptima es tener un armario cerrado para estos dispositivos, pero si no es posible se pueden encontrar bolsas de protección ignífugas a partir de 20 euros.
Por su parte, muchas comunidades de vecinos están instalando estaciones de carga en áreas comunes diseñadas para atender estas necesidades. De esta manera, se ahorra espacio y se reducen significativamente los riesgos dentro del hogar.
En el barrio de Poblenou, Barcelona, comunidades como las de los edificios del pasaje de Marquès de Santa Anna y las viviendas colectivas de la calle de Pallars han liderado iniciativas para transformar patios interiores y espacios comunes. Estas reformas incluyen la instalación de soportes seguros para bicicletas, estaciones de carga para patinetes eléctricos, y sistemas de acceso controlado para mejorar la seguridad. Además, se han implementado pequeños talleres comunitarios para mantenimiento de bicicletas, promoviendo la colaboración entre vecinos. Este modelo ha servido de referencia para otras comunidades de la ciudad.
En muchos casos, estas estaciones de carga se alimentan mediante energía solar, de manera que todos los vehículos se pueden cargar de forma sostenible. Es posible que la energía solar capturada no sea suficiente para satisfacer todas las cargas pero también existen sistemas de gestión digitales para programar la recarga de los vehículos durante las horas de menor demanda eléctrica. La tendencia es que más pronto que tarde todos tengamos en casa baterías para almacenar la energía solar sobrante.
Retos y oportunidades
Es evidente que la transición que estamos protagonizando hacia una movilidad sostenible también plantea retos importantes para los hogares y las comunidades.
- Costes iniciales: la instalación de infraestructuras de carga puede ser costosa, aunque los incentivos gubernamentales están ayudando a mitigar este problema.
- Educación y concienciación: las comunidades necesitan entender la importancia de invertir en estas adaptaciones para mantenerse competitivas en el mercado inmobiliario.
Y al mismo tiempo genera nuevas oportunidades.
- Revalorización de las propiedades: las viviendas que integran soluciones de movilidad sostenible tienen más atractivo en el mercado, especialmente entre compradores jóvenes.
- Reducción de emisiones: estas adaptaciones contribuyen significativamente a reducir la huella de carbono de las comunidades y ayudan a vivir en un entorno más limpio, menos ruidoso, más seguro y mucho más saludable.
Las adaptaciones en el hogar tienen más sentido que nunca. Las emisiones generadas por los medios de transporte no solo contribuyen de manera irreversible al calentamiento global, sino que también representan una de las principales fuentes de contaminación atmosférica.
Este problema ambiental, de enormes proporciones, impacta nuestra salud de forma más profunda de lo que solemos imaginar, siendo responsable de alrededor de siete millones de muertes prematuras cada año a nivel mundial, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Además, la contaminación del aire derivada del transporte está vinculada a enfermedades respiratorias y cardiovasculares, como el asma, el cáncer de pulmón y los accidentes cerebrovasculares, afectando de manera desproporcionada a las poblaciones más vulnerables, como niños y ancianos.