Guadalajara, conformada por paisajes de amplios campos de cereales, alternados con bosques de encinas y robles y otros autóctonos de gran valor biológico, como el sabinar, invita al visitante a conocer la esencia de Castilla-La Mancha. Un lugar donde los tradicionales molinos de viento, que en antaño tenían la función de moler los granos de los cereales, han sido sustituidos por aerogeneradores. Un reflejo más de la modernización de la provincia y, por tanto, una apuesta por el desarrollo sostenible de la región.